Estamos perdiendo un tiempo extraordinario en debates frívolos que, además, son bastante innecesarios. Lo último es la iniciativa de salar informativos como una reacción al inverosímil peligro de perder una modalidad y forma de hablar que se mantiene en tantísimas familias. Vemos agresiones por todas partes y cuestionamos aquello que es completamente natural y propio de nuestra gente y forma de ser. Unos y otros (políticos) pretenden ser los salvadores de una Mallorca completamente hastiada por el constante aluvión de versiones contrapuestas. Cualquier excusa es buena para atizar el fuego y lo común es salir de las cuestiones que realmente son las que deben discutirse y consensuarse. En el caso que nos ocupa deberíamos decidir, en primer lugar, si queremos que el presupuesto de IB3 sea superior al de la UIB. Una vez resuelta esta cuestión si los contenidos deben ser los de una televisión generalista o si debemos impulsar con mucha más convicción aquellos pocos programas que nos enseñan e ilustran sobre nuestra realidad más actual o la de nuestros antepasados. Las mejores intenciones del Govern de Bauzà se convierten a menudo en un arma arrojadiza contra sus miembros y decisiones. Algo que puede sonar a despropósito, y que está debilitando la continuidad del PP y la de su presidente como líder del proyecto balear. Porque lo cierto, es que los ciudadanos siempre están a la espera y prevenidos ante el próximo motivo de enfrentamiento en redes sociales, en el Parlament o en los medios de comunicación. En muchas ocasiones por cuestiones que ni tan siquiera deberían regularse o que no deberían restar tiempo a la labor de un gobierno, la de gestionar. Dejemos que lo relativo a la cultura siga sus derroteros, dirigida por una sociedad que debe ser responsable y respetuosa con el legado recibido de sus antepasados. Es cierto que esta premisa podría ser aplicable a otras materias, mientras que otras -por su complejidad – exigen una dirección experta que sí deben ejercer nuestros gobernantes. Es, por ejemplo, el caso de la recuperación económica, la reactivación de sectores que hemos perdido o, finalmente, el liderazgo turístico que merecemos. Curiosamente en estos ámbitos Govern y oposición mantienen una línea de actuación más discreta mientras seguimos con una estacionalidad tremenda (que paraliza nuestra fuente de ingresos); o también es lamentable su falta de voluntad para regular los pisos turísticos como otras CCAA, permitiendo que las familias se impliquen y participen de la actividad económica que ha sustituido y arrinconado, sin ningún tipo de compasión, a las industrias del pasado. En definitiva, no creo que la modalidad que adopten unos presentadores de informativos pueda ser crucial para nuestro futuro. Sí lo son las decisiones en el ámbito energético, medioambiental o cultural aunque en otra dirección y con otras formas. Esas directrices, sólidas e inalterables, sólo serán posibles si se consigue el primer y necesario logro para dirigirnos hacia adelante: el consenso. La falta de acuerdo entre los políticos y en la propia calle es uno de los aspectos más preocupantes. La isla de la calma, con hombres entregados a la pasividad y la tolerancia, ha mutado en dos bandos que defendiendo nuestra identidad discrepan sobre aquello que es lo nuestro. Hemos llegado al absurdo de que utilizar la expresión “lo nostro” puede determinar una manera de pensar u otra. Una sencilla y arraigada expresión al servicio de los enfrentados bandos políticos para desvirtuar una realidad que sí preocupa: las Islas Baleares ya no saben quién tomará decisiones acertadas ante tantos retos que se plantean. Mientras tanto, sigamos salados y salando, como siempre.
(Última Hora, 3 de mayo de 2014)